Niños que encaran los peligros de las calles
MUCHOS DICEN QUE LIMPIAN VIDRIOS NO PORQUE LES GUSTA, SINO PORQUE NO TIENEN OTRA COSA QUE HACER
Santo Domingo.- Desechar carros, motocicletas, camiones y hasta caballos de cargas es una destreza de defensa que aprenden los niños “limpiavidrios” de las principales avenidas de Santo Domingo, para evitar ser atropellados.
El peligro es inminente, corretean de un lado a otro desafiando la tempestad, lluvia, sol y viento no los detienen, se impone la necesidad de hacer dinero.
El aterrizaje de una esponja empapada de agua y jabón en el cristal delantero del vehiculo es el resultado del lanzamiento habilidoso que realizan estos infantes, acción molestosa para muchos conductores.
“Limpio vidrios no porque me gusta sino porque no tengo otra cosa que hacer” expresión de José Alberto Díaz, 17 años.
El joven Díaz concedió cortésmente una entrevista al ser interrumpido unos minutos de su labor de limpiavidrios en la avenida Máximo Gómez expresando una síntesis de su vida.
“Vivo con mis padres. Estoy cursando el segundo de bachillerato, trabajo de 7:00 am hasta el medio día. No tenía trabajo y un amigo que también ‘limpiavidrios’ me recomendó hacerlo. Tengo cuatro meses trabajando y solo hago esto. Un día bueno reúno 350 pesos, lo utilizo para pasajes y mis estudios, ya que mis padres no ganan mucho dinero”, manifestó Díaz con nostalgia.
El adolescente también expresó que guarda la esperanza de poder cambiar de trabajo y terminar sus estudios para ser un “ciudadano de bien”.
Un balde, un “limpiavidrios” y un trapo son sus herramientas de trabajo. Sentado en las aceras esperan ansiosamente la luz roja del semáforo para iniciar su hazaña, lanzarse al vehículo.
Con un poco de suerte limpian el cristal y algunas monedas son ganadas, en caso del conductor negarse, “insisten”, pues de todas formas ya tienen la esponja sobre el cristal, en ocasiones los convencen en otros casos un insulto los hace alegarse de inmediato.
Un colega de José Alberto se animó también a contar su historia, el joven solo se identificó como Ariel, de 14 años.
“Vivo con mi mamá y mis hermanos. Vendía dulce y pararon la producción, no quería quedarme en casa y decidí limpiar vidrios. Solo trabajo eso. Un día bueno hago 400 pesos. Le ayudo a mi mamá para comprar la comida, pero ella no me obliga”, dijo.
Ariel, muy esperanzado también, manifestó que quiere volver a estudiar y hacer cursos técnicos “no quiero limpiar vidrios para siempre, es muy peligro”.
Conductores opinan “No me gusta que me limpien el cristal, en ocasiones está limpio y ellos los empañan”, expresó Cristian Bueno.
“No me gusta que me limpien el cristal porque la esponja casi siempre está sucia”, sostuvo Heidy del Orbe.
Sacerdote El padre Luis Rosario manifestó que no es bueno acostumbrar a los niños a pedir ni a trabajar, “lamentablemente en República Dominicana esa actitud es en ocasiones enseñada por los propios padres”. Rosario también expresó que no es secreto para nadie que hay una situación económica crítica en el país lo que incentiva el problema.
El religioso sostuvo que lo primero es la educación para que los niños no pidan, ni trabajen e incentivar acciones concretas que permitan el desarrollo a nivel familiar. “se deben promover los derechos como la vivienda y la alimentación” agregó.
El religioso opinó en torno a sí se deben gestionar trabajos para los jóvenes u orientarlos sobre el peligro que corren de morir atropellados en las calles, que más que un trabajo se debe incentivar propuestas educativas, escuelas alternativas, talleres.
Adultos limpian vidrios Es casi imposible que unos de lo tantos adultos limpiavidrios ofrezcan algún tipo de detalle sobre su trabajo en la calle, desconfían dar algún tipo de información que los perjudique.
En el intento de convencerlos, explicándole que se trataba de un reportaje exaltando su labor, una frase se escuchó desde el otro lado de la calle, “son chivatos” .
El comportamiento de estos trabajadores informales parecía coreografiado, se comunicaban con el lenguaje corporal, emitían la misma opinión con diferentes palabras, imperaba la decisión de no decir nada. El recorrido por algunas avenidas de la capital en busca de un adulto que brinde detalles, no tuvo éxito.
Conversar con esos niños envuelve en una gran impotencia.
Son testimonios que despiertan interrogantes ¿Es voluntad de trabajar o obligación? ¿Alguna institución hará algo para su bienestar? ¿Qué destino les espera a estos niños?
(+)MISIÓN DE RESCATAR NIÑOS DE LAS CALLESEl padre Manuel Ruiz expresó que si la gente puede ayudar en algo que lo hago pero no es una solución.
Ruiz también manifestó que el Estado debe tener respuestas a este mal social, recogiendo a estos niños de las calles y ofrecerles medios para que puedan incorporarse de una manera sana a la sociedad. “La calle no debe ser la universidad de un niño”, agregó el párroco.
Sostuvo que no debe ser un operativo de dos o tres días, se trata de darle seguimiento al problema y sancionar a las personas que los explotan. “Si son niños no pueden trabajar, deben tener un hogar, estudiar”, declaró el padre, de la Iglesia Santa Cecelia y quien trabaja activamente a favor de la niñez dominicana.